miércoles, 26 de agosto de 2009

Resumen de "El Golpe al Banco Rio" de Ricardo Canaletti

1. “Comité de crisis” y “Cinco – cinco (todo bien)”
El 13 de Enero de 2006, en Acassuso, Buenos Aires, a las 12:38, el Sargento Walter Orlando Serrano, encargado de monitorear las cámaras de seguridad, distinguiría la entrada de dos hombres, que se pararon en medio del lobby mirando para todos lados, uno tenía un atuendo muy particular, delantal de médico y gorro de lana negro, lo que le infundaría sospechas al sargento que pronto se confirmarían en ese mismo momento cuando el otro sospechoso sacaba una pistola automática, el sargento no dudo entonces en apretar el botón de alarma, el botón volcador del tesoro, que hacía caer dentro de un depósito hermético el dinero de tesorería, y llamar a la comisaría de Barracas y al jefe de calle de la seccional. “Tengo un ilícito en Banco Río sucursal Libertador. Dos sujetos Armados, solicito apoyo. Repito, dos NN armados fuertemente.” Al mismo tiempo otros dos asaltantes llegaban en una Ford Escort por el garage que coparon luego la planta alta.
Dos minutos antes, detectada luego en la revisión de las cintas de video, una mujer de pelo corto había ingresado al banco para verificar que no hubiera oficiales de seguridad, hizo un gesto afirmativo dando la señal de entrada, y quedando después como campana en el exterior del banco.
Entonces, los ladrones procedieron a copar el banco, tomaron de rehenes a clientes que se encontraban adentro y a los que venían entrando, junto con los empleados, tanto de la planta baja y alta, indicándoles que se tiraran al piso y no los miraran.
Apenas recibido el alerta de Serrano, el teniente primero Gustavo Jesús Medina, habló con el segundo jefe de de la comisaría de Barracas, con los tres patrulleros que recorrían la calle, y mandó a todos los policías a la sucursal, él también se iría a la sucursal y les anunció a los ladrones que estaban rodeados. Los de planta baja llevaron a sus rehenes al fondo del local, los obligaron a acostarse, revisando a uno por uno para sacarles el celular, le pidieron a un guardia las llaves para cerrar la puerta principal, y a unos clientes que cerraran las persianas. Uno de los asaltantes de la planta alta revisó las oficinas traseras y los baños, trabó con un dispenser de agua una puerta que daba hacia el exterior, y luego encontró a otros dos rehenes, una era la jefa operativa de la sucursal, la llevó hacia el subsuelo junto con otro empleado y allí encontraron al sargento Serrano, le pidieron su arma reglamentaria y el Nextel, uno de los asaltantes, vestido de traje gris, descargó el arma y se la devolvió, quedándose con el Nextel. Lo llevaron a planta baja, y allí el de traje gris tomó una clienta como escudo, se acercó a la puerta del banco, y le indicó a Serrano que busque a un jefe y le traiga un fiscal, así lo empujó para que saliera.
Eran las 12:50. Serrano se encontró con Medina y le informó sobre lo que sucedía. Entonces Medina tomó la oportunidad y llamó al Nextel. Le respondió el de traje gris, ante el pedido de Medina de no dañar a los rehenes, este le contestó: “Mirá, hace dos semanas, que estoy en la calle, estuve quince años guardado. Vos manejá el comité de crisis allá fuera que yo me encargo de acá adentro.” “Vos quedate tranquilo que acá dentro están todos cinco-cinco, Gustavo”- respondió demostrando sus conocimientos de la jerga militar.
Luego, acordó con el ladrón en comunicarse más tarde cuando llegara el fiscal. Enseguida llegó el capitán Marelli, y le dijo que el fiscal Jorge Ariel Apolo estaba en camino. Mientras que se sumaban el Grupo de Apoyo Departamental, el de Infantería de Tigre, y patrulleros de la Comisaría primera y de la Jefatura de Distrito de Vicente López, el grupo Halcón, el equipo táctico de la elite bonaerense, y un par de ambulancias de la Municipalidad de San Isidro. Vallaron y evacuaron la zona del banco además de cortar el tránsito a 300 metros de la redonda.
“Había ya más de 200 policías en la zona, una decena de francotiradores se apostaban en los techos, distintos vehículos se preparaban para una eventual persecución y un helicóptero estaba listo para despegar.
No parecía haber forma posible de que los ladrones salieran del banco sin ser detenidos.”
Adentro el clima comenzó a relajarse, los ladrones permitían que los rehenes se sentaran, fumaran, tomaran agua y fueran al baño. El ladrón de guardapolvo se encontró con una mujer que no paraba de llorar, y le preguntó qué le pasaba y ésta le contestó que era su cumpleaños, y de inmediato el ladrón comenzó a cantarle el cumpleaños. Después la llevó al subsuelo, y la encerró en un box.
La noticia llegó a los medios, lo que provocó que los celulares comenzaran a sonar, el de traje gris se los acercaba a los rehenes y les permitía que les contaran todo a los familiares. Después llamó al canal TN y ofreció a un productor dar una nota en vivo y en directo, éste se negó al no tener certeza si eran en realidad los copadores del Banco, pero tomó nota de su número de celular por si cambiaba de opinión.
En el subsuelo, mientras tanto, otros dos ladrones se ocupaban de buscar el botín. Obligaron al encargado de tesorería abrir el Tesoro Diario, donde sacaron 300.000 mil pesos y 20.000 dólares, y de una caja metálica sacaron 40.000 pesos y 3.000 dólares. Después del tesoro principal retiraron 2.000 pesos más y encerraron de vuelta en un box a los empleados.
Los negocios parecían tornarse complicados, el negociador ya había entrado en escena, y lo comunicaban con algunas de las mujeres para demostrarle que todo estaba bien. Los ladrones se mostraban nerviosos especialmente el de traje gris. Hasta que a las dos de la tarde, un rehén después de pedir varias veces seguida ir al baño rompió con la paciencia de uno de los ladrones, que lo tomó del brazo, y lo empujó afuera del banco.
Afuera, la policía, medios periodísticos, dueños de cajas de seguridad, familiares de los rehenes, y curiosos rodeaban el banco detrás del cerco. Y todos aquellos que tuvieran algún vínculo con lo que pasaba adentro, la policía los ubicaba y los llevaba a un café cerca de la zona, y se les ofrecía contención psicológica.
El recuerdo de la masacre de Ramallo, ofuscaba la posibilidad de que el Grupo Halcón ocupara el Banco. Los datos proporcionados por el sargento, el rehén liberado, y algunos de los familiares que se comunicaron con los de adentro, no ofrecían la total seguridad para armar una estrategia que pusiera a salvo la totalidad de los rehenes de un solo movimiento, ya que estos se encontraban separados en grupos y en distintos sectores del banco. Lo único que restó hacer era pedir a las cámaras de TV que dejaran de filmar los alrededores del banco, así los delincuentes dejaran de tener información. Sin embargo, ignoraban que la mujer que entró antes que la banda se encontraba entre los curiosos y les informaba de lo que pasaba afuera.
Hasta que el negociador del Grupo Halcón le comunicó al comité de crisis que los ladrones pedían diez pizzas y cuatro cocas, y después liberaban a los rehenes y se entregaban.
“Todos se miraron con alivio. Otra banda de muertos de hambre que quería darse una panzada antes de ir a masticar papa a la cárcel.
Eran las tres y cuarto de la tarde y la situación, quién podía dudarlo, parecía estar bajo control.”
Después de pedir las pizzas, liberaron a una de los rehenes, una mujer de 49 años que no paraba de llorar.
Luego, el de traje gris les daría su última orden a los rehenes, que giraran y dieran la cara contra la pared. Y a las 15.30 otro asaltante lo buscaría para irse juntos hacia el subsuelo.
A las 16.30, más de una hora después, llegó el pedido de los asaltantes, el negociador trató de comunicarse pero no había respuestas.
“La regla número uno de cualquier negociación en toma de rehenes es mantener el contacto con los captores en todo el momento y a cualquier costo. Y acá se había roto.”
Los rehenes se dieron cuenta que estaban solos, después que dejaron de ver a los asaltantes y sonaran los teléfonos sin que nadie los atendiera, estos comenzaron a chiflarse entre los pisos para confirmar si los asaltantes se encontraban aún. Hasta que uno de los vigiladores llamó a otro compañero que se encontraba afuera y le comunicó que se encontraban solos, este le recomendó que se quedaran quietos y esperaran. La mayoría de los rehenes por temor a un golpe violento del Grupo Halcón se escondieron detrás de las cajas y los baños.
El comité de crisis, entonces, decidió chequear todos los puestos de vigilancia para confirmar si había novedades, hasta el fiscal Apolo pidió a la municipalidad de San Isidro y Aguas Argentinas los planos para establecer la posibilidad de que estos hayan escapado por las alcantarillas, pero hubo respuestas negativas de ambas partes.
Martín Arias Duval, subsecretario de Seguridad bonaerense pedía medidas urgentes, pero sin riesgos para los rehenes, como lo pedía, León Arslanián, ministro de seguridad bonaerense desde Punta del Este.
Finalmente, a las 19.15, el Grupo Halcón copó la sucursal, a través de la puerta principal. Los rehenes iban apareciendo y eran obligados a tirarse al piso para ser revisados por si tenían armas. El equipo avanzó por la sucursal, hasta llegar al subsuelo, donde encontraron todo desordenado y tres rehenes, pero ningún delincuente.
Después, trasladarían a todos los rehenes al café cerca de la zona para ser identificados e interrogados y encontrar un posible sospechoso, hasta las once de la noche. Luego fueron trasladados en un micro hacia la Delegación de Investigaciones de San Isidro y la Delegación de Narcotráfico, para asentar las declaraciones en acta.
“’En consecuencia de la requisa se constató que los malvivientes NO se hallaban en el interior de la entidad bancaria’, escribiría textualmente al día siguiente en su informe el capitán Claudio Marelli – mayúsculas incluidas -.”
De inmediato, la prensa, familiares, ahorristas y funcionarios se fueron encima del Superintendente Rago, jefe de la bonaerense, para que diera explicaciones, pero éste no las podía encontrar. Abarcó todas las posibilidades, mandó helicópteros para rastrillar la zona, a Prefectura Naval para que los buscara, ya que estaban cerca de la costa, y el Grupo Halcón buscaba en la sucursal la salida por donde huyeron los ladrones, pero se encontraban con trampas preparadas por los ladrones.
“Nada menos que 71 clientes lograrían entrar en las horas inmediatamente posteriores a la recuperación de la sucursal, de acuerdo con los registros tomados por la Policía. Otro tres lo harían acompañados por sus escribanos para levantar actas donde constaran qué les faltaba. Así, la escena del crimen quedaría muy lejos de ser un lugar preservado herméticamente para el análisis científico de las huellas dejadas por la banda.”
2. “El baño en esas aguas podridas los había convertido en millonarios”
En la habitación de archivos del subsuelo de la sucursal, los delincuentes abrieron un boquete de 66 x 55 cm, que daba hacia un túnel, donde encontraron las herramientas que habían dejado previamente, y con ellas comenzaron su tarea de forzar las cajas de seguridad. Habían elegido entrar de día, así las puertas blindadas que protegían a las cajas estaban abiertas y las alarmas desactivadas.
Atacaron 147 cajas de seguridad, utilizando dos baterías de auto para alimentar las herramientas eléctricas, seleccionando dinero en efectivo y joyas grandes.
“un cálculo conservador realizado tiempo después en la investigación judicial diría que habían obtenido unos 8.000.000 de dólares, en base a los 50.000 dólares por caja que calculaba el seguro del banco. Un cálculo más realista, fundamentado entre otras cosas por los reclamos, indicaría que aquella tarde cargaron con unos 25.000.000 de dólares.”
Después de terminado el trabajo, brindaron con un Chandon, se fueron por el boquete, donde los esperaba otro participante, y su trabajo de tres meses, ayudados un poco por arreglos hechos por Aguas Argentinas, cuatro años antes. Era un pequeño espacio, continuado por un túnel que daba a una recámara, con un pozo de 18 m que luego bajaba en una escalera estilo marinera hacia una abertura que hicieron a la pared del canal de desagüe pluvial, donde construyeron un pequeño dique para nivelar el agua y así trasladarse en dos botes de goma, uno con motor. Cargaron los 300 kilos de dinero y joyas distribuidos en cinco bolsas, pero el motor no arrancó.
“Estaban a más de 20 metro bajo tierra, flotando en agua podrida y cargados con la fortuna más grande que cualquier hombre común pudiera soñar. Pero no podían moverse.”
Tuvieron que usar herramientas como remo, y tirarlos por medio de cuerdas. Siguieron las marcas fosforescentes de distintas simbologías, siguieron a ocho cuadras del banco hasta un a bifurcación que los llevaba a otras cuatro cuadras, que terminaba en un escalera preparada que daba a una boca de tormenta, los ladrones, desinflaron los botes, subieron la escalera y en la superficie sobre la salida del conducto estaba una combi blanca esperándolos, que tenía un agujero y un sistema de poleas para subir el botín y los malhechores.
Mientras tanto, los tres rehenes que estaban en el subsuelo salieron, después de oírlos trabajar y retirarse. Se encontraron con restos de botín despreciado, un par de herramientas, tres granadas y pistolas de juguete. Y como corolario, un cartel impreso a computadora que decía: “En barrio de ricachones, sin armas ni rencores, es sólo plata y no amores.”
Un texto que homenajeaba a otro famoso golpe de similar estilo, ocurrido en 1976 al Banco Societé Générale de Niza en Francia, y que tuvo un final que anticipaba el destino de éste.
Antes de irse, los delincuentes tuvieron bastante tiempo para prepararles cuatro trampas al Grupo Halcón, la primera: movieron una placa de cielo raso y dejaron una granada; después de pedirle a un empleado que buscara algo fuera de lo común hallaron a la segunda, un mueble archivero fuera de su lugar tapaba el boquete, al entrar al túnel se encontraron con la tercera, “bombas cazabobos”, dos caños de metal de los que le salían distintos cables, además de que el área estaba rociada con combustibles. Luego de la intervención de la Brigada de Explosivos, pudieron entrar en una recámara, donde estaba la última trampa; una plancha de hierro, sellada desde el otro lado.
A las 12.20 de la noche, nueve horas de ventaja llevadas por los malhechores, la policía pudo confirmar que huyeron por el caño maestro de desagüe pluvial.
La teoría de una conspiración desestabilizadora por parte de oficiales exonerados de la bonaerense era analizada desde el gobierno de Felipe Solá, a partir de otros tres hechos delictivos ocurridos en la zona casi simultáneamente durante el asalto. El sábado 14 de enero, León Arslanián dio una conferencia de prensa junto con su gabinete, tratando de justificar el desempeño de la policía, pero se ensalzó la genialidad de los criminales con la declaración del director de Investigaciones de la Bonaerense, Osvaldo Seisdedos, tiempo después removido de su cargo por entregar las cintas de videos a los medios, “En la historia policial argentina no hubo otra banda con la logística, la audacia, la técnica, la preparación y la suerte de la que actuó en el asalto al Banco Río”, definió.
3. “La Testigo de Identidad (no tan) reservada.”
El fiscal Jorge Apolo, debía pronto buscar una solución al papelón. Así empezó con las nóminas de todos los empleados y los contratados a partir de 2005 del banco, para buscar al posible colaborador que ayudó a mover el archivero para tapar el boquete. Luego, tomó declaraciones a una pai y mae umbanda que podrían haberle dado a los delincuentes protección espiritual, pero que concluyeron en nada. Pidió al Juez Rafael Sal Lari, la intervención a dos líneas de celulares que eran de rehenes que posiblemente los tenían los ladrones, pero estos fueron encontrados por los dueños más tarde. Buscó los datos de todo convicto en libertad relacionado con casos de boqueteros. Siguió la pista de los dos autos dejados por los ladrones afuera y en el garage del banco, pero ambos habían sido robados una semana antes del asalto.
Pronto aparecerían algunas pistas, los videos de seguridad que quedaron grabados en la memoria de una computadora a pesar de que los ladrones se llevaran las cintas y rompieran las cámaras. El uso de celulares a los que les cambiaban los chips para despistar al rastreo de la policía, que aún así los equipos técnicos de la policía fueron aptos para descubrirlos y junto con la llamada al productor de TN, daría directo al entrecruzamiento y rastreo de las llamadas. Además el conocimiento de la jerga policial, indicaba un perfil de entrenamiento especializado. Pero aún así todavía la investigación no llegaba a un resultado urgente.
Hasta que, Rubén Alberto de La Torre, tres días después del golpe, se comprara una camioneta 4x4, pagándola de contado con 36.500 pesos y registrándola con su nombre y el de su pareja, Alicia Di Tullio. Después la llevó a un taller para preparar el motor, y realizar un largo viaje.
Esa misma noche decidió abandonar a su mujer.
“Desde la Dirección de Investigaciones de San Isidro llamaron a la fiscalía para avisar que había aparecido por allí una tal Alicia Di Tullio. La respuesta fue inmediata: le ofrecieron a la mujer la posibilidad de declarar como “testigo de identidad protegida”, de darle una asistencia policial a ella y a su nene y de reubicarlos en una casa nueva. Lo que nadie le advirtió fue que su nombre sería famoso menos de 72 horas más tarde y que ya nunca más estaría segura de nada.”
Luego ella daría en su declaración los nombres de los seis - entre ellos su pareja, Alberto De la Torre - que realizaron el asalto y el de la mujer; también detalles del robo, como fue planeado hacía un año y medio, que el lugar lo encontraron dos personas que caminaban desde el río por una alcantarilla y se contactaron con su pareja, gastaron 60.000 dólares, leyeron libros y se informaron, y trabajaron por tres meses en la construcción de la salida.
El 16 de febrero la policía comenzó a seguir los pasos de De la Torre, ya había retirado su 4x4, y buscó una muda de ropa de la casa de Alicia, quedándose a dormir en lo de su hijo mayor. Hasta que el 18 de febrero, mientras conducía, Alicia Di Tullio, lo llamó para confesarle lo que había hecho. Éste comenzó a acelerar, lo que hizo reaccionar de inmediato a los policías que lo venían siguiendo. Luego lo detendrían a él y su acompañante, Silvia Liliana Fernández, quien fue identificada como la mujer que entró antes que la banda en el asalto.
Horas más tarde, realizaron allanamientos, en la casa del hijo mayor de De la Torre; Gastón, se encontraron con un bolso con más de 150.000 dólares. Otro con 79.000 pesos, 29.000 euros y 680.000 dólares, una mochila con 8 kilos de relojes y joyas, y un maletín con papeles de autos y propiedades. Gastón quedó inmediatamente detenido, pero el juez Sal Lari negó su imputación porque el botín podría ser de su padre y no suyo.
Luego en un chalé que tenía Alberto De la Torre, en Wilde, se encontraron 20 celulares, handies, y taladros percutores. Se concluyó que allí había sido la base de operaciones para planificar el golpe.
Al otro día después de la detención de De la Torre, a través de sus antecedentes se encontró a un ex compañero de prisión, de nacionalidad uruguaya, Luis Mario Vittete Sellanes, quien tenía antecedentes por robos con la modalidad de hombre araña, también vinculado con Liliana Fernández, y el perfil del comprador de motor para el bote.
A través del programa VAIC II, y del número dejado a TN, se pudo determinar la lista de teléfonos vinculados con el asalto. Lo que llevó a seguir a Sebastián García Bolster, maestro mayor de obra, que vendía artículos de náutica, y se encontró que este poseía una casa de 150.000 pesos y una camioneta Daewoo, similar a la descripta por vecinos del sector del Banco que vieron trabajar a obreros por tres meses en la tapa de desagüe. El 23 de febrero se lo detuvo, y le encontraron más de 40.000 pesos y 2.000 dólares distribuidos en su casa y en la de sus padres, y una camioneta nueva, además Alicia lo había señalado en una foto como partícipe. Pero después, dos amigos entregaron a la fiscalía, dos paquetes con 60.000 dólares cada uno, dados por García Bolster para que se los guardara.
Más tarde, desde los contactos telefónicos de García Bolster, se encontró a Fernando Araujo, quien contaba con antecedentes. Pero además el nombre de ambos figuraba en el libro de novedades de Banco Río, después de un incidente con Araujo por tomar fotos dentro del banco, había ocurrido el 18 de noviembre del 2004. Pero Araujo sería detenido el 10 de Abril, luego de intervenirse sus llamadas telefónicas y encontrarlo en un paraje desértico de San Juan, donde dormía en una carpa, guardaba 6.000 dólares y recortes periodísticos sobre el Banco Río.
Luis Mario Vittete Sellanes, sería detenido el 1º de marzo, en el Aeropuerto Jorge Newbery, después de su vínculo con De la Torre. Se tomó como prueba su camioneta que tenía un rastreador satelital antirrobos con la cual la policía pudo determinar que ésta se había estacionado varias veces en la zona cercana a los domicilios de García Bolster y de De la Torre y en la zona de Acassuso. Y dos fotos tomadas con un celular a sí mismo, en donde se lo veía vestido con un traje gris y bigotes falsos. Pero la justicia nunca encontró joyas, grandes sumas de dinero o cuentas bancarias.
El 11 de marzo, José Julián Zalloechevarría, fue detenido cerca de su casa, luego de ser determinado como otro participante del golpe, debido a que su celular fuera detectado por el programa de la policía. En los allanamientos, le encontraron facturas de electrodomésticos fechadas un día después del asalto, 12.000 pesos y la combi Volkswagen, estacionada a diez cuadras de su casa, la misma descripta por los vecinos de Acasusso y Alicia Di Tullio, utilizada para el escape. Al otro día después de su detención intentaron quemarla.
El 20 de diciembre de 2006, el fiscal Apolo cerró el caso y solicitó el juicio oral. Después de varios problemas con el juez Sal Lari, que había condicionado la investigación al oponerse con algunas intervenciones telefónicas e incautar pruebas como electrodomésticos y autos de lo sospechosos, acusarlo de abuso de autoridad, y liberar algunos sospechosos, como el hijo de De la Torre, posible partícipe del asalto y Liliana Fernández, la mujer campana, y descartar otros por falta de pruebas.
Así, quedaron solamente procesados, De la Torre, Vittetes Sellanes, y Araujo como los que entraron al banco, Zalloechevarría, el chofer del escape y García Bolster, quien diseñó el túnel y los esperó después del atraco. Éste último y Araujo se les permitieron cumplir la prisión preventiva en sus casas.
Alicia Di Tullio, luego dio una retractación por escrito de su declaración, el 31 de marzo. En ella aseguraba que fue presionada y torturada psicológicamente para que declarara sino también sería imputada por el crimen, pero luego fue desestimada por el juez.
Y aún así después de perder la protección por contactarse con su pareja, y sufrir el secuestro del hijo en común con De la Torre, continuó visitándolo en la prisión.

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