miércoles, 26 de agosto de 2009

Resumen de "El Golpe al Banco Rio" de Ricardo Canaletti

1. “Comité de crisis” y “Cinco – cinco (todo bien)”
El 13 de Enero de 2006, en Acassuso, Buenos Aires, a las 12:38, el Sargento Walter Orlando Serrano, encargado de monitorear las cámaras de seguridad, distinguiría la entrada de dos hombres, que se pararon en medio del lobby mirando para todos lados, uno tenía un atuendo muy particular, delantal de médico y gorro de lana negro, lo que le infundaría sospechas al sargento que pronto se confirmarían en ese mismo momento cuando el otro sospechoso sacaba una pistola automática, el sargento no dudo entonces en apretar el botón de alarma, el botón volcador del tesoro, que hacía caer dentro de un depósito hermético el dinero de tesorería, y llamar a la comisaría de Barracas y al jefe de calle de la seccional. “Tengo un ilícito en Banco Río sucursal Libertador. Dos sujetos Armados, solicito apoyo. Repito, dos NN armados fuertemente.” Al mismo tiempo otros dos asaltantes llegaban en una Ford Escort por el garage que coparon luego la planta alta.
Dos minutos antes, detectada luego en la revisión de las cintas de video, una mujer de pelo corto había ingresado al banco para verificar que no hubiera oficiales de seguridad, hizo un gesto afirmativo dando la señal de entrada, y quedando después como campana en el exterior del banco.
Entonces, los ladrones procedieron a copar el banco, tomaron de rehenes a clientes que se encontraban adentro y a los que venían entrando, junto con los empleados, tanto de la planta baja y alta, indicándoles que se tiraran al piso y no los miraran.
Apenas recibido el alerta de Serrano, el teniente primero Gustavo Jesús Medina, habló con el segundo jefe de de la comisaría de Barracas, con los tres patrulleros que recorrían la calle, y mandó a todos los policías a la sucursal, él también se iría a la sucursal y les anunció a los ladrones que estaban rodeados. Los de planta baja llevaron a sus rehenes al fondo del local, los obligaron a acostarse, revisando a uno por uno para sacarles el celular, le pidieron a un guardia las llaves para cerrar la puerta principal, y a unos clientes que cerraran las persianas. Uno de los asaltantes de la planta alta revisó las oficinas traseras y los baños, trabó con un dispenser de agua una puerta que daba hacia el exterior, y luego encontró a otros dos rehenes, una era la jefa operativa de la sucursal, la llevó hacia el subsuelo junto con otro empleado y allí encontraron al sargento Serrano, le pidieron su arma reglamentaria y el Nextel, uno de los asaltantes, vestido de traje gris, descargó el arma y se la devolvió, quedándose con el Nextel. Lo llevaron a planta baja, y allí el de traje gris tomó una clienta como escudo, se acercó a la puerta del banco, y le indicó a Serrano que busque a un jefe y le traiga un fiscal, así lo empujó para que saliera.
Eran las 12:50. Serrano se encontró con Medina y le informó sobre lo que sucedía. Entonces Medina tomó la oportunidad y llamó al Nextel. Le respondió el de traje gris, ante el pedido de Medina de no dañar a los rehenes, este le contestó: “Mirá, hace dos semanas, que estoy en la calle, estuve quince años guardado. Vos manejá el comité de crisis allá fuera que yo me encargo de acá adentro.” “Vos quedate tranquilo que acá dentro están todos cinco-cinco, Gustavo”- respondió demostrando sus conocimientos de la jerga militar.
Luego, acordó con el ladrón en comunicarse más tarde cuando llegara el fiscal. Enseguida llegó el capitán Marelli, y le dijo que el fiscal Jorge Ariel Apolo estaba en camino. Mientras que se sumaban el Grupo de Apoyo Departamental, el de Infantería de Tigre, y patrulleros de la Comisaría primera y de la Jefatura de Distrito de Vicente López, el grupo Halcón, el equipo táctico de la elite bonaerense, y un par de ambulancias de la Municipalidad de San Isidro. Vallaron y evacuaron la zona del banco además de cortar el tránsito a 300 metros de la redonda.
“Había ya más de 200 policías en la zona, una decena de francotiradores se apostaban en los techos, distintos vehículos se preparaban para una eventual persecución y un helicóptero estaba listo para despegar.
No parecía haber forma posible de que los ladrones salieran del banco sin ser detenidos.”
Adentro el clima comenzó a relajarse, los ladrones permitían que los rehenes se sentaran, fumaran, tomaran agua y fueran al baño. El ladrón de guardapolvo se encontró con una mujer que no paraba de llorar, y le preguntó qué le pasaba y ésta le contestó que era su cumpleaños, y de inmediato el ladrón comenzó a cantarle el cumpleaños. Después la llevó al subsuelo, y la encerró en un box.
La noticia llegó a los medios, lo que provocó que los celulares comenzaran a sonar, el de traje gris se los acercaba a los rehenes y les permitía que les contaran todo a los familiares. Después llamó al canal TN y ofreció a un productor dar una nota en vivo y en directo, éste se negó al no tener certeza si eran en realidad los copadores del Banco, pero tomó nota de su número de celular por si cambiaba de opinión.
En el subsuelo, mientras tanto, otros dos ladrones se ocupaban de buscar el botín. Obligaron al encargado de tesorería abrir el Tesoro Diario, donde sacaron 300.000 mil pesos y 20.000 dólares, y de una caja metálica sacaron 40.000 pesos y 3.000 dólares. Después del tesoro principal retiraron 2.000 pesos más y encerraron de vuelta en un box a los empleados.
Los negocios parecían tornarse complicados, el negociador ya había entrado en escena, y lo comunicaban con algunas de las mujeres para demostrarle que todo estaba bien. Los ladrones se mostraban nerviosos especialmente el de traje gris. Hasta que a las dos de la tarde, un rehén después de pedir varias veces seguida ir al baño rompió con la paciencia de uno de los ladrones, que lo tomó del brazo, y lo empujó afuera del banco.
Afuera, la policía, medios periodísticos, dueños de cajas de seguridad, familiares de los rehenes, y curiosos rodeaban el banco detrás del cerco. Y todos aquellos que tuvieran algún vínculo con lo que pasaba adentro, la policía los ubicaba y los llevaba a un café cerca de la zona, y se les ofrecía contención psicológica.
El recuerdo de la masacre de Ramallo, ofuscaba la posibilidad de que el Grupo Halcón ocupara el Banco. Los datos proporcionados por el sargento, el rehén liberado, y algunos de los familiares que se comunicaron con los de adentro, no ofrecían la total seguridad para armar una estrategia que pusiera a salvo la totalidad de los rehenes de un solo movimiento, ya que estos se encontraban separados en grupos y en distintos sectores del banco. Lo único que restó hacer era pedir a las cámaras de TV que dejaran de filmar los alrededores del banco, así los delincuentes dejaran de tener información. Sin embargo, ignoraban que la mujer que entró antes que la banda se encontraba entre los curiosos y les informaba de lo que pasaba afuera.
Hasta que el negociador del Grupo Halcón le comunicó al comité de crisis que los ladrones pedían diez pizzas y cuatro cocas, y después liberaban a los rehenes y se entregaban.
“Todos se miraron con alivio. Otra banda de muertos de hambre que quería darse una panzada antes de ir a masticar papa a la cárcel.
Eran las tres y cuarto de la tarde y la situación, quién podía dudarlo, parecía estar bajo control.”
Después de pedir las pizzas, liberaron a una de los rehenes, una mujer de 49 años que no paraba de llorar.
Luego, el de traje gris les daría su última orden a los rehenes, que giraran y dieran la cara contra la pared. Y a las 15.30 otro asaltante lo buscaría para irse juntos hacia el subsuelo.
A las 16.30, más de una hora después, llegó el pedido de los asaltantes, el negociador trató de comunicarse pero no había respuestas.
“La regla número uno de cualquier negociación en toma de rehenes es mantener el contacto con los captores en todo el momento y a cualquier costo. Y acá se había roto.”
Los rehenes se dieron cuenta que estaban solos, después que dejaron de ver a los asaltantes y sonaran los teléfonos sin que nadie los atendiera, estos comenzaron a chiflarse entre los pisos para confirmar si los asaltantes se encontraban aún. Hasta que uno de los vigiladores llamó a otro compañero que se encontraba afuera y le comunicó que se encontraban solos, este le recomendó que se quedaran quietos y esperaran. La mayoría de los rehenes por temor a un golpe violento del Grupo Halcón se escondieron detrás de las cajas y los baños.
El comité de crisis, entonces, decidió chequear todos los puestos de vigilancia para confirmar si había novedades, hasta el fiscal Apolo pidió a la municipalidad de San Isidro y Aguas Argentinas los planos para establecer la posibilidad de que estos hayan escapado por las alcantarillas, pero hubo respuestas negativas de ambas partes.
Martín Arias Duval, subsecretario de Seguridad bonaerense pedía medidas urgentes, pero sin riesgos para los rehenes, como lo pedía, León Arslanián, ministro de seguridad bonaerense desde Punta del Este.
Finalmente, a las 19.15, el Grupo Halcón copó la sucursal, a través de la puerta principal. Los rehenes iban apareciendo y eran obligados a tirarse al piso para ser revisados por si tenían armas. El equipo avanzó por la sucursal, hasta llegar al subsuelo, donde encontraron todo desordenado y tres rehenes, pero ningún delincuente.
Después, trasladarían a todos los rehenes al café cerca de la zona para ser identificados e interrogados y encontrar un posible sospechoso, hasta las once de la noche. Luego fueron trasladados en un micro hacia la Delegación de Investigaciones de San Isidro y la Delegación de Narcotráfico, para asentar las declaraciones en acta.
“’En consecuencia de la requisa se constató que los malvivientes NO se hallaban en el interior de la entidad bancaria’, escribiría textualmente al día siguiente en su informe el capitán Claudio Marelli – mayúsculas incluidas -.”
De inmediato, la prensa, familiares, ahorristas y funcionarios se fueron encima del Superintendente Rago, jefe de la bonaerense, para que diera explicaciones, pero éste no las podía encontrar. Abarcó todas las posibilidades, mandó helicópteros para rastrillar la zona, a Prefectura Naval para que los buscara, ya que estaban cerca de la costa, y el Grupo Halcón buscaba en la sucursal la salida por donde huyeron los ladrones, pero se encontraban con trampas preparadas por los ladrones.
“Nada menos que 71 clientes lograrían entrar en las horas inmediatamente posteriores a la recuperación de la sucursal, de acuerdo con los registros tomados por la Policía. Otro tres lo harían acompañados por sus escribanos para levantar actas donde constaran qué les faltaba. Así, la escena del crimen quedaría muy lejos de ser un lugar preservado herméticamente para el análisis científico de las huellas dejadas por la banda.”
2. “El baño en esas aguas podridas los había convertido en millonarios”
En la habitación de archivos del subsuelo de la sucursal, los delincuentes abrieron un boquete de 66 x 55 cm, que daba hacia un túnel, donde encontraron las herramientas que habían dejado previamente, y con ellas comenzaron su tarea de forzar las cajas de seguridad. Habían elegido entrar de día, así las puertas blindadas que protegían a las cajas estaban abiertas y las alarmas desactivadas.
Atacaron 147 cajas de seguridad, utilizando dos baterías de auto para alimentar las herramientas eléctricas, seleccionando dinero en efectivo y joyas grandes.
“un cálculo conservador realizado tiempo después en la investigación judicial diría que habían obtenido unos 8.000.000 de dólares, en base a los 50.000 dólares por caja que calculaba el seguro del banco. Un cálculo más realista, fundamentado entre otras cosas por los reclamos, indicaría que aquella tarde cargaron con unos 25.000.000 de dólares.”
Después de terminado el trabajo, brindaron con un Chandon, se fueron por el boquete, donde los esperaba otro participante, y su trabajo de tres meses, ayudados un poco por arreglos hechos por Aguas Argentinas, cuatro años antes. Era un pequeño espacio, continuado por un túnel que daba a una recámara, con un pozo de 18 m que luego bajaba en una escalera estilo marinera hacia una abertura que hicieron a la pared del canal de desagüe pluvial, donde construyeron un pequeño dique para nivelar el agua y así trasladarse en dos botes de goma, uno con motor. Cargaron los 300 kilos de dinero y joyas distribuidos en cinco bolsas, pero el motor no arrancó.
“Estaban a más de 20 metro bajo tierra, flotando en agua podrida y cargados con la fortuna más grande que cualquier hombre común pudiera soñar. Pero no podían moverse.”
Tuvieron que usar herramientas como remo, y tirarlos por medio de cuerdas. Siguieron las marcas fosforescentes de distintas simbologías, siguieron a ocho cuadras del banco hasta un a bifurcación que los llevaba a otras cuatro cuadras, que terminaba en un escalera preparada que daba a una boca de tormenta, los ladrones, desinflaron los botes, subieron la escalera y en la superficie sobre la salida del conducto estaba una combi blanca esperándolos, que tenía un agujero y un sistema de poleas para subir el botín y los malhechores.
Mientras tanto, los tres rehenes que estaban en el subsuelo salieron, después de oírlos trabajar y retirarse. Se encontraron con restos de botín despreciado, un par de herramientas, tres granadas y pistolas de juguete. Y como corolario, un cartel impreso a computadora que decía: “En barrio de ricachones, sin armas ni rencores, es sólo plata y no amores.”
Un texto que homenajeaba a otro famoso golpe de similar estilo, ocurrido en 1976 al Banco Societé Générale de Niza en Francia, y que tuvo un final que anticipaba el destino de éste.
Antes de irse, los delincuentes tuvieron bastante tiempo para prepararles cuatro trampas al Grupo Halcón, la primera: movieron una placa de cielo raso y dejaron una granada; después de pedirle a un empleado que buscara algo fuera de lo común hallaron a la segunda, un mueble archivero fuera de su lugar tapaba el boquete, al entrar al túnel se encontraron con la tercera, “bombas cazabobos”, dos caños de metal de los que le salían distintos cables, además de que el área estaba rociada con combustibles. Luego de la intervención de la Brigada de Explosivos, pudieron entrar en una recámara, donde estaba la última trampa; una plancha de hierro, sellada desde el otro lado.
A las 12.20 de la noche, nueve horas de ventaja llevadas por los malhechores, la policía pudo confirmar que huyeron por el caño maestro de desagüe pluvial.
La teoría de una conspiración desestabilizadora por parte de oficiales exonerados de la bonaerense era analizada desde el gobierno de Felipe Solá, a partir de otros tres hechos delictivos ocurridos en la zona casi simultáneamente durante el asalto. El sábado 14 de enero, León Arslanián dio una conferencia de prensa junto con su gabinete, tratando de justificar el desempeño de la policía, pero se ensalzó la genialidad de los criminales con la declaración del director de Investigaciones de la Bonaerense, Osvaldo Seisdedos, tiempo después removido de su cargo por entregar las cintas de videos a los medios, “En la historia policial argentina no hubo otra banda con la logística, la audacia, la técnica, la preparación y la suerte de la que actuó en el asalto al Banco Río”, definió.
3. “La Testigo de Identidad (no tan) reservada.”
El fiscal Jorge Apolo, debía pronto buscar una solución al papelón. Así empezó con las nóminas de todos los empleados y los contratados a partir de 2005 del banco, para buscar al posible colaborador que ayudó a mover el archivero para tapar el boquete. Luego, tomó declaraciones a una pai y mae umbanda que podrían haberle dado a los delincuentes protección espiritual, pero que concluyeron en nada. Pidió al Juez Rafael Sal Lari, la intervención a dos líneas de celulares que eran de rehenes que posiblemente los tenían los ladrones, pero estos fueron encontrados por los dueños más tarde. Buscó los datos de todo convicto en libertad relacionado con casos de boqueteros. Siguió la pista de los dos autos dejados por los ladrones afuera y en el garage del banco, pero ambos habían sido robados una semana antes del asalto.
Pronto aparecerían algunas pistas, los videos de seguridad que quedaron grabados en la memoria de una computadora a pesar de que los ladrones se llevaran las cintas y rompieran las cámaras. El uso de celulares a los que les cambiaban los chips para despistar al rastreo de la policía, que aún así los equipos técnicos de la policía fueron aptos para descubrirlos y junto con la llamada al productor de TN, daría directo al entrecruzamiento y rastreo de las llamadas. Además el conocimiento de la jerga policial, indicaba un perfil de entrenamiento especializado. Pero aún así todavía la investigación no llegaba a un resultado urgente.
Hasta que, Rubén Alberto de La Torre, tres días después del golpe, se comprara una camioneta 4x4, pagándola de contado con 36.500 pesos y registrándola con su nombre y el de su pareja, Alicia Di Tullio. Después la llevó a un taller para preparar el motor, y realizar un largo viaje.
Esa misma noche decidió abandonar a su mujer.
“Desde la Dirección de Investigaciones de San Isidro llamaron a la fiscalía para avisar que había aparecido por allí una tal Alicia Di Tullio. La respuesta fue inmediata: le ofrecieron a la mujer la posibilidad de declarar como “testigo de identidad protegida”, de darle una asistencia policial a ella y a su nene y de reubicarlos en una casa nueva. Lo que nadie le advirtió fue que su nombre sería famoso menos de 72 horas más tarde y que ya nunca más estaría segura de nada.”
Luego ella daría en su declaración los nombres de los seis - entre ellos su pareja, Alberto De la Torre - que realizaron el asalto y el de la mujer; también detalles del robo, como fue planeado hacía un año y medio, que el lugar lo encontraron dos personas que caminaban desde el río por una alcantarilla y se contactaron con su pareja, gastaron 60.000 dólares, leyeron libros y se informaron, y trabajaron por tres meses en la construcción de la salida.
El 16 de febrero la policía comenzó a seguir los pasos de De la Torre, ya había retirado su 4x4, y buscó una muda de ropa de la casa de Alicia, quedándose a dormir en lo de su hijo mayor. Hasta que el 18 de febrero, mientras conducía, Alicia Di Tullio, lo llamó para confesarle lo que había hecho. Éste comenzó a acelerar, lo que hizo reaccionar de inmediato a los policías que lo venían siguiendo. Luego lo detendrían a él y su acompañante, Silvia Liliana Fernández, quien fue identificada como la mujer que entró antes que la banda en el asalto.
Horas más tarde, realizaron allanamientos, en la casa del hijo mayor de De la Torre; Gastón, se encontraron con un bolso con más de 150.000 dólares. Otro con 79.000 pesos, 29.000 euros y 680.000 dólares, una mochila con 8 kilos de relojes y joyas, y un maletín con papeles de autos y propiedades. Gastón quedó inmediatamente detenido, pero el juez Sal Lari negó su imputación porque el botín podría ser de su padre y no suyo.
Luego en un chalé que tenía Alberto De la Torre, en Wilde, se encontraron 20 celulares, handies, y taladros percutores. Se concluyó que allí había sido la base de operaciones para planificar el golpe.
Al otro día después de la detención de De la Torre, a través de sus antecedentes se encontró a un ex compañero de prisión, de nacionalidad uruguaya, Luis Mario Vittete Sellanes, quien tenía antecedentes por robos con la modalidad de hombre araña, también vinculado con Liliana Fernández, y el perfil del comprador de motor para el bote.
A través del programa VAIC II, y del número dejado a TN, se pudo determinar la lista de teléfonos vinculados con el asalto. Lo que llevó a seguir a Sebastián García Bolster, maestro mayor de obra, que vendía artículos de náutica, y se encontró que este poseía una casa de 150.000 pesos y una camioneta Daewoo, similar a la descripta por vecinos del sector del Banco que vieron trabajar a obreros por tres meses en la tapa de desagüe. El 23 de febrero se lo detuvo, y le encontraron más de 40.000 pesos y 2.000 dólares distribuidos en su casa y en la de sus padres, y una camioneta nueva, además Alicia lo había señalado en una foto como partícipe. Pero después, dos amigos entregaron a la fiscalía, dos paquetes con 60.000 dólares cada uno, dados por García Bolster para que se los guardara.
Más tarde, desde los contactos telefónicos de García Bolster, se encontró a Fernando Araujo, quien contaba con antecedentes. Pero además el nombre de ambos figuraba en el libro de novedades de Banco Río, después de un incidente con Araujo por tomar fotos dentro del banco, había ocurrido el 18 de noviembre del 2004. Pero Araujo sería detenido el 10 de Abril, luego de intervenirse sus llamadas telefónicas y encontrarlo en un paraje desértico de San Juan, donde dormía en una carpa, guardaba 6.000 dólares y recortes periodísticos sobre el Banco Río.
Luis Mario Vittete Sellanes, sería detenido el 1º de marzo, en el Aeropuerto Jorge Newbery, después de su vínculo con De la Torre. Se tomó como prueba su camioneta que tenía un rastreador satelital antirrobos con la cual la policía pudo determinar que ésta se había estacionado varias veces en la zona cercana a los domicilios de García Bolster y de De la Torre y en la zona de Acassuso. Y dos fotos tomadas con un celular a sí mismo, en donde se lo veía vestido con un traje gris y bigotes falsos. Pero la justicia nunca encontró joyas, grandes sumas de dinero o cuentas bancarias.
El 11 de marzo, José Julián Zalloechevarría, fue detenido cerca de su casa, luego de ser determinado como otro participante del golpe, debido a que su celular fuera detectado por el programa de la policía. En los allanamientos, le encontraron facturas de electrodomésticos fechadas un día después del asalto, 12.000 pesos y la combi Volkswagen, estacionada a diez cuadras de su casa, la misma descripta por los vecinos de Acasusso y Alicia Di Tullio, utilizada para el escape. Al otro día después de su detención intentaron quemarla.
El 20 de diciembre de 2006, el fiscal Apolo cerró el caso y solicitó el juicio oral. Después de varios problemas con el juez Sal Lari, que había condicionado la investigación al oponerse con algunas intervenciones telefónicas e incautar pruebas como electrodomésticos y autos de lo sospechosos, acusarlo de abuso de autoridad, y liberar algunos sospechosos, como el hijo de De la Torre, posible partícipe del asalto y Liliana Fernández, la mujer campana, y descartar otros por falta de pruebas.
Así, quedaron solamente procesados, De la Torre, Vittetes Sellanes, y Araujo como los que entraron al banco, Zalloechevarría, el chofer del escape y García Bolster, quien diseñó el túnel y los esperó después del atraco. Éste último y Araujo se les permitieron cumplir la prisión preventiva en sus casas.
Alicia Di Tullio, luego dio una retractación por escrito de su declaración, el 31 de marzo. En ella aseguraba que fue presionada y torturada psicológicamente para que declarara sino también sería imputada por el crimen, pero luego fue desestimada por el juez.
Y aún así después de perder la protección por contactarse con su pareja, y sufrir el secuestro del hijo en común con De la Torre, continuó visitándolo en la prisión.

Carta de despedida

Querido Lector:
¡Lector! Que introducción realizaba Humbert Humbert para llamar nuestra atención, era más bien como un ¡Escúchame!
Si yo hubiera tenido quien me escuchara.
Sé que la verdadera vida radica en mi muerte.
Y de que es mentira que sigo en pie con toda mi mente. Mis sentidos ya no responden siquiera a los impulsos nerviosos.
Es verdad que floto por la desagradable trayectoria que me ha tocado vivir y creo que ya terminé lo que comencé, mi objetivo ha sido cumplido y es hora de que marche al abismo. Ya que aquí no sé adónde debo ir, mi mente se ha nublado y más ideas ya no cruzan por mi cabeza.
Se me hace tarde, llego tarde, siempre llego tarde, tanto que se me hizo una costumbre. Para qué, no sé.
El hábito de llegar tarde creó cierta impaciencia, “tengo que llegar”, y cuando llego quiero irme.
El duelo es corto y difícil, tal vez yo solo sea la cobarde, pero a este paso he volteado la mirada al pasado y a los 20 años de vida que he logrado vivir no han tenido sentido alguno, tiempo a la basura y sentimientos podridos por el mismo, ilusiones quebrantadas y desilusiones ardientes como fuego del averno; no he hecho nada y tal vez nunca haga algo.
Soy el simbolismo del patético perdedor tercio excluso.
De que sirve todas las risas y esperanzas; si yo no estoy convencidas de ellas, se dice que la verdadera felicidad se mide en momentos cortos, pero yo no estoy segura de disfrutarlos tanto como la verdadera felicidad lo requiere o lo más seguro es que ya estoy cansada de mi vida porque tal vez no ha sido verdaderamente mía.
Creo que no existo más o tal vez nunca existí, que sería lo más conveniente para mi estado depresivo, ir por ahí muriendo, asfixiada por una máscara de ilusiones y oraciones de inteligencia artificial, no entiendo más, ya no sé quién soy yo y quiero volver a saberlo, si es que alguna vez lo tenía claro.
Estoy ultra decepcionada de mí y eso es lo peor que podría pasarme, si razono el porque de seguir así, no existe alguna respuesta optimista y a la pregunta inversa solo existe una respuesta clara, a esto no se lo puede llamar una vida digna, como enuncia la repuesta a la eutanasia. Es claro que se trata de casos similares si las juzgamos.
Durante la vida vegetativa uno no entiende y yo no entiendo, uno no disfruta y yo al igual, no disfruto, uno vive con los ojos cerrado y yo ya no veo, uno ya no sabe quien es y yo no soy consciente de ello, uno ya no siente y yo ya no siento.
Necesito que se olviden de mí, que saquen adelante todo lo hagan, y que nunca se olviden de lo que sienten, predicar con un ejemplo provechoso, no con el mío de lo que no se debe hacer. Sean valientes, mis campeones.
Ma, pa, los quiero. Se que en este momento o tal vez en un futuro pensaran que fui una cobarde y no se los voy a negar, pero quiero que me entiendan que con este sentimiento tan horrible yo ya no puedo vivir y estoy sufriendo.
Siento decepcionarlos, es terrible pensar que es un constante hábito de mi parte, pero es cierto no soy, no puedo ser lo que la futura, mujer casada, docente, de clase media, con dos hijos, auto familiar y esposo ingeniero.
Yo creí que podría cambiar el mundo, pero siempre voy a contramano de la corriente. No encajo ni siquiera en la pequeña porción de sociedad en la que transito.
Si no puedo conmigo en todos los aspectos, académico, emocional ¿cómo poder con el mundo?
Lo que menos quisiera es que pensaran que soy una egoísta, pero ustedes piensen, es mejor verme infeliz, arrastrando cadenas de miserables suspiros de desdén, o cortarlas sólo para dormir, tal vez soñar, como Hamlet.
Yo siempre los voy a querer y espero que ustedes a mí también, tengo conciencia del daño que les puedo causar, pero deseo que ustedes también tengan conciencia del daño que yo misma me causo y que ya no quiero hacerlo.
Ma, eres y siempre serás el pilar de la familia en la que me toco vivir, gracias por darme la oportunidad de nacer de ti, ha sido la experiencia más maravillosas que de toda mi vida, vos y papá hayan disfrutado.
Pa, que te digo tu conocimiento empírico me hizo reflexionar muchas veces, tu parte atea hizo mi parte agnóstica, agradezco tu paciencia, apoyo y cariño al mejor estilo inglés aunque en nuestras sangre corre la sangre criolla.
A mis amigos, imaginarios, descorteses compañeros de ocio y abúlica civilización, yo los saludo con un dedo medio levantado entre cuatro dedos agachados, símbolo de paz a nuestra atípica relación, más bien traición.
Me retiro, y el resto es silencio.

Desatentamente, Anabella.


PD: Feliz día de los inocentes, bromas de mal gusto si las hay, pero esta es menos dolorosa económicamente que la de los políticos.
Además, no tengo intenciones de morir, no puedo darles a mis seudo enemigos ese gusto ya saben “hierba mala nunca muere”.

Noticia desde un cuento

La Tortuga Gigante
Había una vez un hombre que vivía en Buenos Aires y estaba muy contento porque era un hombre sano y trabajador. Pero un día se enfermó, y los médicos le dijeron que solamente yéndose al campo podría curarse. Él no quería ir porque tenía hermanos chicos a quienes daba de comer; y se enfermaba cada día más. Hasta que un amigo suyo, que era director del Zoológico, le dijo un día:
– Usted es amigo mío, y es un hombre bueno y trabajador. Por eso quiero que se vaya a vivir al monte, a hacer mucho ejercicio al aire libre para curarse. Y como usted tiene mucha puntería con la escopeta, cace bichos del monte para traerme los cueros, y yo le daré plata adelantada para que sus hermanitos puedan comer bien.
El hombre enfermo aceptó, y se fue a vivir al monte, lejos, más lejos que Misiones todavía. Hacía allá mucho calor, y eso le hacía bien.
Vivía solo en el bosque, y él mismo se cocinaba. Comía pájaros y bichos del monte, que cazaba con la escopeta, y después comía frutas. Dormía bajo árboles, y cuando hacía mal tiempo construía en cinco minutos una ramada con hojas de palmera, y allí pasaba sentado y fumando, muy contento en medio del bosque que bramaba con el viento y la lluvia.
Había hecho un atado con los cueros de los animales, y los llevaba al hombro. Había también agarrado, vivas, muchas víboras venenosas, y las llevaba dentro de un gran mate, porque allá hay mates tan grandes como una lata de querosene.
El hombre tenía otra vez buen color, estaba fuerte y tenía apetito. Precisamente un día en que tenía mucha hambre, porque hacía dos días que no cazaba nada, vio a la orilla de una gran laguna un tigre enorme que quería comer una tortuga, y la ponía parada de canto para meter dentro la pata y sacar la carne con las uñas. Al ver al hombre el tigre lanzó un rugido espantoso y se lanzó de un salto sobre él. Pero el cazador que tenía una gran puntería le apuntó entre los dos ojos, y le rompió la cabeza. Después le sacó el cuero, tan grande que el solo podría servir de alfombra para un cuarto.
– Ahora –se dijo el hombre- voy a comer tortuga, que es una carne muy rica.
Pero cuando se acercó a la tortuga, vio que estaba ya herida, y tenía la cabeza casi separada del cuello, y la cabeza colgaba de dos o tres hilos de carne.
A pesar del hambre que sentía, el hombre tuvo lástima de la pobre tortuga, y la llevó arrastrando con una soga hasta su ramada y le vendó la cabeza con tiras de género que sacó de su camisa, porque no tenía más que una sola camisa, y no tenía trapos. La había llevado arrastrando porque la tortuga era inmensa, tan alta como una silla y pesaba como un hombre.
La tortuga quedó arrimada a un rincón, y allí pasó días y días sin moverse.
El hombre la curaba todos los días, y después le daba golpecitos con la mano sobre el lomo.
La tortuga sanó por fin. Pero entonces fue el hombre quien se enfermó. Tuvo fiebre y le dolía todo el cuerpo.
Después no pudo levantarse más. La fiebre aumentaba siempre. Y la garganta le quemaba de tanta sed. El hombre comprendió que estaba gravemente enfermo, y habló en voz alta, aunque estaba solo, porque tenía mucha fiebre.
–Voy a morir -dijo el hombre-. Estoy solo, ya no puedo levantarme más, y no tengo quién me dé agua, siquiera. Voy a morir aquí de hambre y de sed.
Y al poco rato la fiebre subió más aun, y perdió el conocimiento.
Pero la tortuga lo había oído y entendió lo que el cazador decía. Y ella pensó entonces:
–El hombre no me comió la otra vez, aunque tenía mucha hambre, y me curó. Yo lo voy a curar a él ahora.
Fue entonces a la laguna, buscó una cáscara de tortuga chiquita, y después de limpiarla bien con arena y ceniza la llenó de agua y le dio de beber al hombre, que estaba tendido sobre su manta y se moría de sed. Se puso a buscar en seguida raíces ricas y yuyitos tiernos, que le llevó al hombre para que comiera, el hombre comía sin darse cuenta de quién le daba la comida, porque tenía delirio con la fiebre y no conocía a nadie.
Todas las mañanas, la tortuga recorría el monte buscando raíces cada vez más ricas para darle al hombre, y sentía no poder subirse a los árboles para llevarle frutas.
El cazador comió así días y días sin saber quién le daba la comida, y un día recobró el conocimiento, miró a todos lados, y vio que estaba solo pues allí no había más que él y la tortuga, que era un animal. Y dijo otra vez en voz alta:
–Estoy solo en el bosque, la fiebre va a volver de nuevo, y voy a morir aquí, porque solamente en Buenos Aires hay remedios para curarme. Pero nunca podré ir, y voy a morir aquí.
Y como él lo había dicho, la fiebre volvió esa tarde, más fuerte que antes, y perdió de nuevo el conocimiento.
Pero también esta vez la tortuga lo había oído, y se dijo:
–Si queda aquí en el monte se va a morir, porque no hay remedios, y tengo que llevarlo a Buenos Aires.
Dicho esto, cortó enredaderas finas y fuertes, que son como piolas, acostó con mucho cuidado al hombre encima de su lomo, y lo sujeto con las enredaderas, para que no se cayese. Hizo muchas pruebas para acomodar bien la escopeta, los cueros y el mate con víboras, y al fin consiguió lo que quería, sin molestar al cazador, y emprendió entonces el viaje.
La tortuga, cargada así, caminó, caminó y caminó de día y de noche. Atravesó montes, campos, cruzó a nado ríos de una legua de ancho, y atravesó pantanos en que quedaba casi enterrada, siempre con el hombre moribundo encima. Después de ocho o diez horas de caminar se detenía y deshacía los nudos y acostaba el hombre con mucho cuidado en un lugar donde hubiera pasto bien seco.
Iba entonces a buscar agua y raíces tiernas, y le daba al hombre enfermo. Ella comía bien, aunque estaba tan cansada que prefería dormir.
A veces tenía que caminar al sol; y como era verano, el cazador tenía tanta fiebre que deliraba y se moría de sed. Gritaba: ¡Agua! ¡Agua! A cada rato. Y cada vez la tortuga tenía que darle de beber.
Así anduvo días y días, semana tras semana. Cada vez estaban más cerca de Buenos Aires, pero también cada día la tortuga se iba debilitando, cada día tenía menos fuerza, aunque ella no se quejaba. A veces quedaba tendida, completamente sin fuerzas, y el hombre recobraba a medias el conocimiento. Y decía, en voz alta:
–Voy a morir, estoy cada vez más enfermo, y sólo en Buenos Aires me podría curar. Pero voy a morir aquí, solo en el monte.
Él creía que estaba siempre en la ramada, porque no se daba cuenta de nada. La tortuga se levantaba entonces, y emprendía de nuevo el camino.
Pero llegó un día, un atardecer, en que la pobre tortuga no pudo más. Había llegado al límite de sus fuerzas, y no podía más. No había comido desde hacía una semana para llegar más pronto, No tenía más fuerzas para nada. Cuando cayó del todo a la noche, vio una luz lejana en el horizonte, un resplandor que iluminaba todo el cielo, y no supo qué era. Se sentía cada vez más débil, y cerró entonces los ojos para morir junto con el cazador, pensando con tristeza, que no había podido salvar al hombre que había sido bueno con ella.
Y, sin embargo, estaba ya en Buenos Aires, y ella no lo sabía. Aquella luz que veía en el cielo, era el resplandor de la ciudad, e iba a morir cuando estaba ya al fin de su heroico viaje. Pero un ratón de la ciudad –posiblemente el ratoncito Pérez- encontró a los dos viajeros moribundos.
– ¡Qué tortuga! –dijo el ratón-. Nunca he visto una tortuga tan grande. ¿Y esos que llevas en el lomo, que es? ¿Es leña?
–No –le respondió con tristeza la tortuga-. Es un hombre.
–¿Y dónde vas con ese hombre? –añadió el curioso ratón.
–Voy… voy… Quería ir a Buenos Aires –respondió la pobre tortuga en una voz tan baja que apenas se oía-. Pero vamos a morir aquí porque nunca llegaré…
–¡Ah, zonza, zonza! – dijo riendo el ratoncito-. ¡Nunca vi una tortuga más zonza! ¡Si ya has llegado a Buenos Aires! Esa luz que ves allá es Buenos Aires.
Al oír esto, la tortuga se sintió con una fuerza inmensa porque aún tenía tiempo de salvar al cazador, y emprendió la marcha.
Y cuando era de madrugada todavía, el director del Jardín Zoológico vio llegar a una tortuga embarrada y sumamente flaca, que traía acostado en su lomo y atado con enredaderas, para que no se cayera, a un hombre que se estaba muriendo. El director reconoció a su amigo, y él mismo fue corriendo a buscar remedios, con lo que el cazador se curó en seguida.
Cuando el cazador supo cómo lo había salvado la tortuga, cómo había hecho un viaje de trescientas leguas para que tomara remedios no quiso separarse más de ellas. Y como él no podía tenerla en su casa, que era muy chica, el director del Zoológico se comprometió a tenerla en el Jardín, y a cuidarla como si fuera su propia hija.
Y así pasó. La tortuga, feliz y contenta con el cariño que le tienen, pasea por el jardín, y es la misma gran tortuga que vemos todos los días comiendo el pastito alrededor de las jaulas de los monos.
El cazador la va a ver todas las tardes y ella conoce desde lejos a su amigo, por los pasos. Pasan un par de horas juntos, y ella no quiere nunca que él se vaya sin que le dé una palmadita de cariño en el lomo.

Horacio Quiroga
(Cuentos del la Selva, 1918)





El hombre estaba enfermo y lo trajo cargando en su lomo hasta Buenos Aires
Tortuga salvó la vida de un hombre

La tortuga recorrió 1671 Km. desde los montes de la región Este del país. Fue una asombrosa coincidencia cuando arribó justo al Jardín Zoológico de un amigo del enfermo.

Seis meses atrás, el director de un Jardín Zoológico de Buenos Aires se sorprendió cuando una madrugada vio llegar caminado, una tortuga de grandes medidas en muy malas condiciones, pero mayor fue su sorpresa cuando ésta cargaba en su lomo a un hombre sujetado con lianas y reconoció que era su amigo. De inmediato, el director y unos empleados se acercaron a la tortuga y rescataron al hombre que presentaba un alto cuadro febril y fue asistido en el lugar por el director.
Luego de un par de días, ya completamente recuperado, el hombre declaró que está conmovido por la valerosa actitud de la tortuga y dijo que no recuerda la travesía pero sí que ya había sufrido un cuadro febril antes, y cree que hubiera sido posible que la tortuga lo haya atendido con agua y raíces, sin que se diera cuenta por la perdida de conciencia. Después, vino la recaída que tuvo su afortunado desenlace en Buenos Aires.
Luego, dio una explicación de porqué el animal habría decidido realizar tal hazaña. Tal vez, fue una retribución luego del rescate de un ataque por un tigre, y a pesar de admitir que sus intenciones eran comerla, decidió curarla de las graves heridas causadas por el ataque del tigre.
Ahora la tortuga, también ya recuperada, se encuentra en el Jardín Zoológico, ya que el hombre no puede resguardarla en su casa por no tener espacio, con un trato especial por ser admirada y considerada una gran heroína por el público.

Cuento TP1

Vocales elegidas: A, E, O

Esboza gesto afable a la veterana y poco tolerable madre a cargo de cole progre, aparenta ser oyente de la novedad de adolescente borrada tal vez evaporada, pecado que no debe confesarse, pero él se recrea con el sketch de dos perros correteando peatones.
Espera la llegada de la avanzada fervorosa, tres ya van sentándose. Se engalana, se esconde con capas claras sobre opacas, chequea los versos destacados con raso, la mesa ya ordenada, carraspea la garganta, -ahora ya son ocho los creyentes- , resopla, arranca y el eco lo acompaña en el canto.
La escena remonta en el momento en que, desde el tercer banco, ese par de ojos, de terso ámbar y esplendorosos se encontraron con los de él, comenzó a padecer en el rezo, y el corazón tembloroso: ¿Podrá ser ella? Es exacta, tal como la que dejó, cabello de hebras chocolate, boca rosa, toda ella análoga, espectro que condena.
El acto solemne acaba, la ve marcharse, a esa extraña sombra remordedora. Pronto agentes de ley se acercan, ellos encontraron el secreto.
La estola los sofocó a ambos, para ella, que amenazó con revelar la falta, no se halló el perdón. Y él abandonó al redentor.